Hace tiempo me apetecía contar esta anécdota en el blog, aunque ahora que lo pienso detenidamente, tengo un par más en la lista que merecen ser compartidas, así que probablemente crearé una categoría de ¨anécdotas viajeras¨, para agrupar esas historias que hay detrás de cada experiencia viajera y que cada persona vive (y cuenta) de manera diferente. Una anécdota también puede enseñarnos mucho, sino ya me diréis cuando leáis este post con la historia del jabón de olor.
Después de nueve horas de viaje, por fin aterrizamos en el Aeropuerto de Barajas (Madrid) , veníamos de nuestro último destino; una mezcla de Miami, Nueva York, y Cubita la bella, como le decimos con cariño y a veces un poco de sarcasmo, nosotros los cubanos. LLegamos cansadas y a la vez felices, pero aún teníamos un último vuelo que tomar; Madrid-Oporto, así que después de ubicarnos, porque siempre suelo perderme en Barajas, por fin estábamos en los controles de seguridad.

He pasado muchos controles en muchos aeropuertos del mundo, los que solemos viajar sabemos ya cómo podemos agilizar un poco el paso por los controles. Siempre ayuda llevar calzado cómodo, que sea fácil de quitar y poner (cuidadin con llevar agujeros en los calcetines, jajaja) pocos líquidos en su típica bolsa transparente o de ser posible ninguno, y muchas cositas más.

Pues en esta ocasión como de costumbre pasé mi equipaje de mano por el escáner, no me mandaron a quitar los zapatos, y yo atravesé también el escáner sin ninguna dificultad, es en ese momento cuando se dirige a mi una funcionaria de aduanas, primero pensé que es por el titanio que tengo en el brazo, imaginé que tal vez quería preguntarme algo por el estilo, pero no, se trataba de otra cosa.
– ¿Esta maleta es la suya? – Me preguntó con el ceño fruncido.
–Sí, es mi maleta– Le contesté sin tener idea de lo que pasaba.
– Necesitamos que abra la maleta porque vamos a revisarla, hemos detectado una mancha en el trasfondo que nos hace sospechar que usted intenta escondernos algo – Me dijo aquella mujer sin apenas pestañear.
De forma casi automática, mientras me pasaban mil ideas por la cabeza, le dije:
– No hay ningún problema, abra y revise todo lo que quiera.
Mi hija, que ya había pasado el control me miraba de lejos y me preguntaba con gestos , yo con la mano le indicaba que nada, que aquello era normal. La realidad es que internamente, mi conciencia de Pepe Grillo que siempre está alerta, o tal vez la cantidad de películas o casos que he visto en las noticias, me hacían pensar en la remota posibilidad de que alguien hubiese metido algo en mi maleta.
Mientras le sonreía a la señora de la aduana y revisábamos juntas la maleta, repasaba en mi mente las nueve horas de viaje recordando los momentos en los que fui al baño, o en los que me quedé dormida. Trataba de descifrar si era posible que alguien hubiese podido acceder a mi equipaje de mano. Eso era lo más preocupante, había llegado a la conclusión de que en efecto, era posible.
Después de revisar de un lado a otro la maleta no encontramos nada, entonces le pregunté si podían haberse confundido con otra maleta, ella me dijo rotundamente que no, que era la mía y que la volvíamos a pasar por el escáner.
Perfecto, fue lo único que contesté.
Nuevamente pasó mi maleta el escáner y nuevamente me dice la oficial:
– ¿Ves aquí esta mancha redonda?
– Sí, tiene razón, la veo, no tengo ni idea de que será– Le dije con un tono que ahora cuesta describir; digamos que era una mezcla de duda con nerviosismo.
Por segunda vez empezamos a revisar la maleta, Karla ya empezaba a impacientarse y yo empezaba a pensar que íbamos a perder el vuelo a Oporto. Entonces me vino una idea absurda, me acordé de un jabón de olor con forma redonda y olor a piña colada que mi hija se había empeñado en traer de Miami y que a última hora no había sitio donde meterlo. Mi samsonite tiene muchos bolsillos, es de las tantas cosas que me gustan de ella, así que le dije a la oficial de la aduana:
– Lo único redondo que se me ocurre es un jabón de olor que compré para mi hija, tal vez venga en alguno de los bolsillos–
Ella me miró con cara de ¨quien no cree las cosas¨, y como una loca ya entrando en la fase de pánico (internamente) empecé a abrir todos los bolsillos y sacar bragas, souvenirs, diademas de pelo, un vestido, maquillaje, y mil cosas más. En el fondo, detrás de cuatro cremalleras, escondido de sus ¨compañeros de viaje¨, se encontraba el dichoso jabón de olor.
Cuando lo ví me vino el alma al cuerpo, y la oficial por última vez volvió a pasar la maleta por el escáner, en efecto, la mancha redonda había desaparecido. Lo mejor fue cuando le escuché decir por el walkie talkie: – No es necesario que vengan, era un jabón de olor.
Mientras todo el mundo me miraba, traté de acomodar todo en la maleta y por fin abandoné el control todavía con los nervios a flor de piel, pero siempre con una sonrisa, en el fondo como dice la frase ¨el que no la debe, no la teme¨, pero aún así me llevé un buen susto.
Un par de horas después por fin estaba en casa, con mi marido, mi hija, mi perro gamberro, el equipaje y por supuesto…¨el dichoso jabón de olor¨.
¡Por suerte me encanta el olor a piña colada!

jajaja menudo susto! A nosotros nos deben ver cara de gamberros que nos revisaron tantas veces las mochilas y las maletas… que perdimos la cuenta! Pero tu… con esa carita de buena… no se ni como se molestan! jajaja saludos y cuéntanos alguna más!
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Muy gracioso el final, pero me imagino tus nervios 😦 . Esos controles son detestables y lo peor es que uno siempre entra con temor. Creo que los peores controles y que generan más angustia, están en Estados Unidos, debido a su obsesión de que los van a atacar 😦
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Así mismo es! Aunque este fue en Madrid…lo pasé francamente mal… tanta película y cosas que se ven por ahí….tu sabes….por suerte quedó en un susto….un saludo y gracias por tu comentario. 🤗🤗🤗
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Jajajaja genial el final y la historia! A nosotros no nos suelen revisar
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Ahora me rio….. pero el susto que me llevé no soy capaz de describirlo …. internamente pensé que estaba en una película…por suerte quedó todo ahí… jajaja
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Uf! yo me pongo en tu lugar y ya me entra la angustia, además estando pendiente de coger otro vuelo…. Genial la anécdota con final feliz. Gracias por compartir.
Saludos
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